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Soy bombero desde hace 8 años y he vivido con estupefacción lo que llevamos de crisis. De pequeño había escuchado que los sistemas piramidales eran siempre una estafa por insostenibles, por estar obligados a crecer indefinidamente y hace tiempo estoy convencido de que nuestro sistema económico es exactamente lo mismo. Un sistema insostenible que de vez en cuando se desploma y hay que reajustarlo simplemente para que la gente que lo sostiene, ciudadanos trabajadores, sigan esforzándose creyéndose una ilusión de confianza y consistencia que no es real más que unos años.


Esta vez la crisis ha sido diferente. Nos metimos en el euro para tener una moneda fuerte contra la que no fuera fácil especular en los mercados, y nos hemos encontrado metidos en un sistema de deuda por países que es exactamente lo mismo a la hora de comprar y vender futuros. La unificación bancaria ya sabemos cómo quedó. Poco a poco y que en última instancia decida Alemania.

Lo peor del euro es que nos hemos devaluado internamente por exigencias del guión y las consecuencias han sido socialmente devastadoras. Cuando se devalúa una moneda, el que más tiene más pierde de manera proporcional. La devaluación interna no respeta este principio. Cada uno repercute el recorte sufrido a sus inferiores en el sistema piramidal. Resultado, la capa inferior de la economía asume casi en su totalidad el ajuste.


Hace más de 10 años, sin apenas interés por la economía entonces, me sorprendía de que el IPC intentara reflejar el coste de la vida y a la vez ignorara algo en que la gente se gastaba el 40% de sus ingresos: la vivienda. Tampoco me daba confianza ver cómo los productos chinos y asiáticos entraban en los comercios y el IPC no reflejara nada. Ni de calidad ni de precio entorno a una gama de artículos casi interminable con los años.

Osea, que el índice más escuchado en la tele ignoraba dos procesos económicos evidentes a cualquiera: la inversión burbuja inmobiliaria y el imparable auge de las baratas manufacturas chinas. Resulta que el otro índice más repetido, el Euríbor también había sido manipulado por los bancos. La discutible competencia de la liberalización de los combustibles y mil otras sorpresas nos fueron desveladas con el tiempo. En los periódicos apareció un error de Excel famoso que acabó de hacerme perder la fe en la macroeconomía que nos cuentan.


Entonces reflexiono. ¿Tan difícil es despertar de esta gran mentira? Yo me he concienciado de la verdadera situación que vivimos gracias a dos marcadores macroeconómicos indiscutibles. En mi barrio, hacia el 2010, la frecuencia de paso por los contenedores de personas en busca de chatarra, comida u objetos de algo de valor en los contenedores era más que alarmante. En mis casi 40 años cumplidos nunca viví ni de lejos una intensidad similar de actividad de gente dispuesta a revolver entre la basura para subsistir. Vale que algunos metales han subido de precio en las chatarrerías, pero, no es una evidencia indiscutible de que algo no va bien? A nadie le ha valido como medidor de bienestar?


El segundo medidor se relaciona con mi profesión. En mi entorno los suicidios han crecido de manera evidente, y todos los que participamos aceptamos que la frecuencia actual de actuaciones en ellos no tiene precedentes. Para mi estupor, el rigor estadístico en el conteo de suicidios y las actuaciones relacionados vive una mezcla de apatía y desinterés intencionado. Se sabe que los ansiolíticos se consumen más que nunca, pero nadie asume esos datos con el verdadero valor que tienen.


Últimamente veo como bombero otro fenómeno en auge. Los servicios de electricidad “pinchados” al suministro de red en instalaciones irregulares. Alguien podrá decir que el PIB crece más o menos, pero si volvemos lamentablemente a las instalaciones sin medidas de seguridad y clandestinas, ¿nadie se da cuenta que retrocedemos 60 años de golpe? ¿De verdad nadie está midiendo esto como un indicador de la economía real? Por supuesto las casas sin cédula, en malas condiciones, las hogueras en interiores para calentarse. Hay muchos factores de pobreza que generan no sólo desgracia, sino gasto colectivo en las pólizas que se socializan entre todos y de nuevo nadie las mide como consecuencia de la opción de realizar ajustes desde unos índices irreales.

Finalmente me toca hablar de mi organización. Los bomberos públicos somos una lacra por trabajar poco y cobrar mucho así que interesa como sea privatizar estos servicios. ¿Y qué hacen nuestros mandatarios para mejorar nuestro servicio? ¿Analizar las actuaciones para buscar la eficiencia? Nooooo…. Se generan concesiones donde las empresas de siempre (Florentino Pérez, Ester Koplowitz) sustituyen el servicio público con uno que convierte en beneficio privado un ajuste de nóminas, que es el único parámetro que nuestros contables son capaces de gestionar de verdad.


En serio, en el 2014 los bomberos no procesamos apenas información de nada de lo que protagonizamos. Tristemente parte por inercia y parte por la conveniencia del gobernante de turno, no fuera que se sienta incómodo. Vivimos en primera persona las enfermedades de nuestra sociedad, pero apenas podemos sistematizar en datos lo que es una realidad incuestionable.

Usted ciudadano, ayúdenos, y pregunte. Pregúntelo todo. ¿Cuántas emergencias tienen que ver con la crisis? ¿Cuánto cuesta cada recurso del que disponemos? ¿Cómo se gestionan todos los contratos del servicio? ¿Qué sabemos de nuestras emergencias para decidir que es mejor gestionarlas de otra manera? ¿La seguridad es justificación para esconder de la luz contratos de millones de euros? ¿Cuántas intervenciones están relacionadas con la pobreza? Pregúntelo todo, por favor.


Pablo M. Castro Fernandez

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En la edición de ayer domingo de ElPeriódico de Cataluña apareció publicado un resumen de este artículo:

La crisis vista por un bombero - Cartas Lectores - El Periódico

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